El mito de abrir una puerta…
Era un mediodía soleado de primavera, uno de esos días diáfanos, de aire limpio y de cielo azul que invitan a compartir un almuerzo con amigas.
Era un mediodía soleado de primavera, uno de esos días diáfanos, de aire limpio y de cielo azul que invitan a compartir un almuerzo con amigas.
Caminaba con una de ellas, y en la intimidad de nuestra charla le confesé que iba a hacer una regresión, que ya lo había decidido…
-Claro está… lo pensé mucho, porque… vos sabés, esto implica abrir una puerta… y quién sabe lo que pueda pasar después…
Ahora, a tres años y medio de aquel mediodía, recuerdo ese diálogo y sonrío. Un mito es una fábula, un relato que desfigura la realidad y le da la apariencia de ser más valiosa o más atractiva.
Ciertamente el misterio que provoca abrir una puerta a lo desconocido despierta una gama de sensaciones que van desde lo irresistible hasta lo paralizante. Y ni hablar si el mito nos asegura que esa puerta queda abierta para siempre…
Me atreví a hacer esa regresión. Así fue como descubrí y comprobé que la puerta ya estaba abierta. No sólo eso, descubrí que algunos de los monstruos que vivían en ese cuarto, en ese mundo, se habían venido conmigo, estaban aquí, dentro mío, delante y detrás de mí. Con la TVP los vi, les puse nombre, sané y finalmente, con amor, cerré la puerta.
En la regresión entré en ese cuarto porque la puerta ya estaba abierta, recorrí los rincones de esa habitación. Un mundo es un conjunto de cosas creadas, yo pude recorrer ese mundo, que era mío porque mi alma ya había estado allí alguna vez.
Resultó que había muchas puertas abiertas, hice muchas regresiones, también estudié TVP. Y así, comencé a cerrar puertas. A recuperar mi energía.
Con la ayuda del terapeuta mi alma recorrió y recordó. Y entonces yo sentí, reviví sensaciones, instantes de felicidad extrema, momentos profundos como abismos y pegajosos como barro frío, oscuros como una noche sin norte y sin estrellas y otros acogedores como el despertar en el interior de una caverna húmeda y tibia, él útero de la que fue mi madre.
Paladeé sabores de triunfos sublimes en una antigua ciudad romana. Fui hija abandonada, esposa fiel hasta la muerte. Reviví derrotas amargas siendo soldado. Tragedias desgarradoras siendo madre moribunda, mujer torturada. Toqué texturas de ropas finas, de vestidos de época, fui infiel, traicioné. Lloré. Gocé, bailé música celta en algún lugar de la actual Galicia y reí a carcajadas manejando entre montañas un auto de asientos enteros y ruedas de madera.
Caminé descalza en selvas centroamericanas, me suicidé por amor, fui mujer apasionada, guerrera defendiendo a mi pueblo. Soldado muerto a traición.
Descubrí lo inefable. Y lo más importante de todo, desde el amor universal vibrando en mi corazón, voy cerrando puertas que habían quedado abiertas.
Gaby Leoncini
Formada en Terapia de Vidas Pasadas
con José Luis Cabouli
Formada en Terapia de Vidas Pasadas
con José Luis Cabouli
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No sé de quién es, por favor avísenme si alguien lo sabe
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